Qué drama. Pero qué dramón, Mare de Déu de Montserrat. ¿Y ahora cómo vamos a explicárselo a esos nanos tan trempats de las joventuts que enviamos a destruir todos los toros de Osborne que quedaban en Catalunya? Quina desgràcia! Treinta años, treinta, escondiendo a los escolares la historia de las bullangas, para esto. Porque eso no hay que contarlo. Pero es que el 25 de julio de 1835, es decir cuando aún faltaba medio siglo para que motejáramos de "charnegos" a aquellos inmigrantes murcianos que trajeron la bárbara costumbre de untar el pan con tomate, se celebró la corrida más esperada de la temporada en Barcelona.
Y el asunto resultó un fraude absoluto contra la afición: los astados, muy flojitos, se caían al primer pase. Y la ira de los entendidos fue incontenible. Y cientos de catalanes pata negra, indignados por la falta de trapío de aquellas cabras, se dirigieron al centro de la ciudad y plantaron fuego a la iglesia de La Merced, el convento de San José, el de los Carmelitas Descalzos, el de los Dominicos, el de los Agustinos y no sé qué más. Y aquello acabó como el Rosario de la Aurora: dieciséis curas asesinados, que ni la FAI en sus mejores días de gloria. Pero habíamos quedado en que eso había que taparlo. Y no se contaba. Que ya lo dijo Raimon (Pelejero): "No, nosaltres no som d´eixe món".
No, hombre, no. Qué va. Por algo mandamos al nen de Pujol con la pancartita del Catalonia is not Spain cuando lo de las Olimpiadas. Nosaltres, tan distintos, tan modernos, tan europeos, tan de Toni Miro de arriba abajo, éramos de lo otro; o sea, de lo del ruc català. Porque esto era otra cosa. Y si allí hay toros, aquí sobran asnos. Asnos genuinamente diferenciales, auténticos garañones patrios. Nuestro glorioso blasón racial, milagrosamente preservado a través de los siglos de la promiscuidad con los genes del rebuzno íbero.
Pero quina desgràcia, mare meva. Y encima tener que callar. Porque con Montilla presidiendo la afrenta con el purazo y el sombrero cordobés, habrá que callar. Vete tú a saber qué le harán decir mañana al pobre editorialista del Doctor Jekill y Mister Avui. Quina vergonya, Déu meu: la plaza de la primera capital antitaurina del Estado español llena a reventar de botiflers jaleando al José Tomás ese. Ay, la pobre Imma! Suerte que el Joan no mandó colocar otra cámara oculta en el ático de Gracia. Porque ya la estoy viendo a hostia limpia con el Saura, en plan mossa guerrera de la comisaría de Les Corts. "Traïdor! Venut! Espanyol, més que espanyol!". Qué drama. Pero qué dramón.
Delenda est Catalonia.